lunes, 12 de enero de 2015

LECCIÓN 3: NUNCA ESTOY DIGUSTADO POR LA RAZÓN QUE CREO

"La mayoría de nosotros tenemos un sistema de creencias que se basa en las experiencias del pasado y en las percepciones que nos presentan nuestros sentidos. ¿Se te ha ocurrido alguna vez pensar en el hecho de que lo que creemos es lo que vemos? O que, como dice el comediante Flip Wilson: "Lo que ves es lo que te llevas."



Puesto que los sentidos parecen transmitir información del mundo exterior al cerebro, nos parece lógico pensar que la información que recibimos es la causa de nuestro estado mental. Esta creencia contribuye a que la idea de que somos entidades separadas- que en su mayor parte están aisladas y que se sienten solas en un mundo fragmentado e indiferente- parezca real. Esto nos puede hacer pensar que es el mundo que vemos el que hace que nos sintamos molestos, deprimidos, ansiosos y atemorizados. Tal sistema de creencias presupone que el mundo exterior es la causa y nosotros el efecto.
Consideremos la posibilidad de que esta manera de pensar sea errónea. ¿Qué pasaría si creyéramos que nuestros propios pensamientos son los que determinan lo que vemos?
Posiblemente eso nos permitiría contemplar una idea que en principio nos podría parecer antinatural y extraña, a saber, que nuestros pensamientos son la causa y lo que vemos el efecto. No tendría sentido entonces responsabilizar al mundo o a los que en él habitan de nuestras desdichas y sufrimientos, ya que entonces nos sería posible considerar que la percepción es "un reflejo y no un hecho." G. Jampolsky

Considerar que  lo que pienso es lo que me permite  ver lo que ahora veo, es el primer paso para entender que si quiero cambiar lo que veo, mi realidad, la mejor manera es empezar a decidir con qué pensamientos me quedo.
Hoy estaré atenta a mis pensamientos y, en lugar de aceptar que son resultado justificado de mi reacción ante la realidad, decidiré si es esto lo que elijo pensar, y si no lo es, construiré el pensamiento que garantice mi paz mental.

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