
A veces ni siquiera nos detenemos para hacer consciente y sentir lo que estamos viviendo. Estamos inmersos en la vorágine cotidiana, sobre todo de lunes a viernes. Ésta es la causa de muchas de las "depresiones" de fin de semana, de golpe caemos, como si la calesita (carrusel) se parara de repente.

Ir unos minutos al baño en el trabajo, aprovechar la fila ante una caja o la espera a ser atendidos en cualquier dependencia, mientras estamos en un medio de transporte o caminando por la calle, son momentos muy propicios para aquietar la mente y traerla a lo que nuestro cuerpo hace y percibirnos a nosotros mismos.
El simple ejercicio de centrarnos en el aire que entra y sale de la nariz mientras sonreímos, repitiendo mentalmente lo que estamos haciendo (el aire entra y sale, por ejemplo o ahora respiro y sonrío, o yo aquí ahora, aprovecho esta espera y la agradezco), nos ordena internamente, nos integra nuestras partes dispersas. Unos segundos así, los que necesitemos para experimentar el cambio en nosotros mismos. La mayoría de las veces este cambio se produce antes del minuto.
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