"El viejo hábito de evaluar y ser evaluado nos conduce en el peor de los casos al miedo y, en el mejor de ellos, a un amor incondicional. Para poder experimentar Amor incondicional debemos deshacernos del evaluador que mora en nosotros y en su lugar, escuchar lo que nuestra potente voz interior nos dice a nosotros y a los demás:*Te amo y te acepto tal cual eres*." G. Jampolsky
Para escuchar la "potente" voz interior que, como un susurro, aparece ahogada por el clamor estruendoso de nuestros pensamientos, necesitamos hacer silencio.
Una y otra vez volvemos a la fuente, al origen de nuestro poder, el silencio.
Silencio para atender, para observarnos, para escucharnos. No nos hace falta entrar a un monasterio. El silencio no es exterior, es interno.
Silencio para atender, para observarnos, para escucharnos. No nos hace falta entrar a un monasterio. El silencio no es exterior, es interno.
El silencio no es no tener pensamientos, el silencio es no aferrarme a la soga de los pensamientos y seguir el recorrido atado a ellos, es dejarlos pasar, sin hacer hincapié en ninguno.
Se logra centrándose en la respiración: el aire que entra y sale por la nariz, dejando que a nuestro alrededor y en nuestra mente sigan sucediendo cosas, mientras nosotros seguimos el vaivén de la respiración.
En el ascensor, ante la puerta de casa antes de abrirla para entrar o salir, en el medio de transporte, en las filas de los cajeros... Respiro y sonrío unos segundos sintiendo el aire que entra y sale de mis fosas nasales.
Obtenida esa paz mental (que ni siquiera mis propios pensamientos alteran) aunque sea por un minutito, voy preparándome, acostumbrándome, poquito a poco, a ese silencio.
Cuando vuelvo a perder mi paz por estar desatenta y reacciono a partir de pensamientos viejos, es progresivamente más fácil darme cuenta y recuperar el eje.
Mientras lo vamos logrando practicamos, con una sonrisa, respirando por la nariz y repitiendo mentalmente:
YO
AQUÍ
AHORA
ACEPTO
AGRADEZCO
AMO
A MÍ MISMA, A LOS OTROS Y A ESTA CIRCUNSTANCIA
TAL CUAL SOMOS
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