Muchas veces no sabemos lo que queremos, por lo tanto vivimos dejándonos llevar por las olas que nos alcanzan.
¿Cómo identificar lo que quiero, qué vida quiero para mí, en qué lugar, con quién?
Es necesario ponerme en contacto con quien sí sabe lo que quiero:
yo misma.
yo misma.
¿Quién más podría saberlo?
Estamos viviendo en un mundo de redes de comunicación instantánea que nos mantienen interconectados todo el tiempo, y esa interconexión constante nos aleja cada vez más de quien de verdad sabe qué queremos. Nos contentamos con lo que el mundo externo nos dice que queremos.
Es necesario entrar en el silencio interior para saber qué queremos. Una vez identificado qué queremos realmente ¿cómo lo concretizamos?
Si pensamos en lo que queremos, sentimos su falta. La sensación de carencia nos invade, nos empobrece, nos separa y nos aleja de la situación querida. Pensando en lo que queremos comparamos nuestra situación actual con la deseada y al ver la distancia con lo deseado, la frustración se instala.
Pensar en lo que queremos genera además el miedo de no alcanzarlo nunca y el temor atrae lo temido.
¿Qué hacer entonces para conseguir lo querido?
Tener fe dicen todas las religiones, es decir,
decirle sí a lo deseado.
Decir sí es entrar en la situación deseada (bienes materiales, familia, trabajo, viajes, etc.) con nuestra imaginación y desde ahí pensar. Instalarme imaginariamente en la situación deseada, verla, oirla, olerla, tocarla y moverme imaginariamente en ella, dándola por concretada. Experimentar que soy digno/a, merecedor/a, capaz de estar allí.
Las emociones, y con ellas toda la química de nuestro sistema neuroendócrino, cambiarán y con ese cambio estaremos en disposición mental, física y emocional de tomar las decisiones que nos acercarán a lo deseado.
¿Probamos?
PENSAR DESDE LO QUE QUEREMOS
EN LUGAR DE PENSAR EN LO QUE QUEREMOS
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