Soy responsable de lo que pienso y siento
Puedo elegir reconectarme conmigo
Vivimos aturdidos en un mundo que nos bombardea con ideas, informaciones, sensaciones y las promesas de más ideas, más informaciones y más sensaciones. Nuestra atención es requerida permanentemente por el canto de las sirenas. En las grandes ciudades las sirenas, de ambulancias, bomberos y policías, se suman a los ruidos permanentes del entorno.
En casa encendemos la televisión, la radio o escuchamos música constantemente.
En la calle vamos conectados con los mp3, 4, 5, los ipods, el blackberry, las tablets, el móvil o celular.
Estamos conectados a las redes virtuales pero desconectados de nosotros mismos, hipnotizados, controlados, dirigidos... Me recuerda la película Tiempos Modernos de Chaplin o la novela El Mundo Feliz de Huxley: autómatas, controlados, observados permanentemente, dirigidos, sojuzgados sutilmente por titiriteros que mueven los hilos virtuales.
Pero es en realidad el ruido interno, el que nuestra mente produce la causa principal de la generación de estrés. Se calcula que una persona genera al día unos 60.000 pensamientos... ¿Cuántos de esos 60.000 pensamientos son realmente pensados conscientemente por mí? ¿Cuántos son auténticamente míos? ¿Cuántos me han sido injertados?
Para poder reconocerlo y reconocerme, recuperar la libertad, mi autonomía, mi derecho a ser realmente quien soy, necesito primero descubrirlo. Y solamente puedo hacerlo cuando me desconecto del mundo externo y dirijo mi atención hacia mí mismo. Eso requiere decisión, osadía, rebeldía... y silencio. ¿Cómo si no voy a escuchar el susurro de mi yo interior, entre tantos ruidos y voces externos, para reconocerme?
Decido recuperar mi libertad de ser yo misma y me responsabilizo de los pasos necesarios para iniciar ese camino.
1< Paso: Muchas veces al día, cada vez que lo recuerde, cada vez que detecto que estoy envuelta en una vorágine de pensamientos, cada vez que puedo percibir que mi mente no está donde está mi cuerpo volveré a practicar el ejercicio 1 que solamente lleva segundos:
- Paro, detengo toda actividad o aprovecho una pausa, como el semáforo en rojo, o la cola en banco o supermerdado,
- Cierro los ojos
- Respiro por la nariz
- Sonrío, sonrío hasta que siento que aflojan mis músculos abdominales, el diafragma baja, la sonrisa se hace natural. Puedo ayudarme pensando en un bebé, un cachorrito, todo aquello que me inspire ternura y un amor incondicional
En pocos segundos, el tiempo de detención en un semáforo por ejemplo, logramos detener ese flujo incontenible de 60.000 pensamientos.
Poco a poco, descubriremos espacios crecientes de silencio para poder escucharnos y sentiremos que nuestros niveles de estrés se suavizan al mismo tiempo.
He vuelto a las andadas por aquí. Estuve haciendo silencio para escucharme. Abrazos silenciosos
ResponderEliminarParo, respiro, me vuelvo a conectar conmigo... Gracias por recordarmelo
ResponderEliminarAbracito Dani!!! Qué bueno tenerte por aca!
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